El tamaño del cerebro de los niños que presentan algún tipo de autismo es más grande que el de aquellos de su misma edad y que no tienen problemas de salud. Esta es la conclusión a la que ha llegado un equipo de científicos en Estados Unidos y que da un “toque de aire fresco” a las investigaciones sobre esta enfermedad.
El estudio, publicado recientemente en la revista “Archives of General Psychiatry”, afirma que a los dos años de edad, los más pequeños que padecen autismo tienen hasta un 10 por ciento más grande el cerebro que los niños sanos de su misma edad. Según explican los expertos, este aumento cerebral continúa durante dos años más para después detenerse.
Los científicos creen que el crecimiento de este órgano está asociado al incremento de los pliegues cerebrales y que la causa de este mal, que afecta a cientos de miles de personas en todo el mundo, podría ser genética.
Para llevar a cabo este experimento, el equipo de la Universidad estadounidense de Carolina del Norte se valió de resonancias magnéticas para hacer escáneres con el objetivo de medir el tamaño del cerebro de 59 niños de dos años de edad y que sufrían de algún tipo de trastorno autista.
También se midió la capacidad cerebral de hasta 38 niños, de la misma edad, pero con la diferencia de que presentaban una buena salud. Esta medida, que sirvió para cotejar los datos obtenidos por los investigadores, se siguió repitiendo hasta que los pequeños alcanzasen los cuatro o cinco años, momento en el que el cerebro de los que padecían autismo dejaba de aumentar su tamaño.
Esta investigación ha demostrado que existe una relación entre los trastornos del espectro autista y el aumento del tamaño cerebral de los que los sufren. Para Joseph Piven, el autor principal del estudio publicado en la revista especializada en psiquiatría, los resultados dan una nueva perspectiva a las investigaciones de este tipo, ya que sugiere un enfoque más centrado en el estudio de los genes vinculados con la proliferación de neuronas en el temprano periodo posnatal.
El equipo de Piven añade que conocer las causas de estas diferencias, entre niños enfermos y sanos, es fundamental para entender el origen de esta patología que afecta a todo lo relativo con la comunicación social del ser humano y la expresión de sentimientos y emociones.
jueves, 26 de mayo de 2011
Crítico de algunas teorías sobre el autismo, el belga Theo Peeters fue invitado a Colombia
Theo Peeters (Bélgica, 1943) es reconocido hoy como uno de los mayores expertos en autismo. Fundó el Center for Training Professionals in Autism (Centro para la formación de profesionales en autismo), situado en la ciudad belga de Antwerp, y ha escrito libros sobre el tema.
Según él, se interesó en el autismo, hace unos 40 años, por una "injusticia social". "En ese momento, se sospechaba que los padres eran los causantes del autismo y cuando hablaba con ellos, sólo veía a personas desesperadas en la búsqueda de ayuda para sus hijos -dice-. Después, me di cuenta de que las personas con autismo viven en un mundo que no comprenden y yo tenía ganas de entender mejor eso".
Los trastornos en el desarrollo asociados al autismo son uno de los grandes enigmas para la medicina, según la ONU. Aunque persisten grandes problemas para diagnosticarla, y en Colombia no hay cifras exactas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que puede haber 21 autistas por cada 10.000 niños. En 1988, se hablaba de un niño con autismo por cada 10.000.
Crítico de varias de las teorías que giran en torno a las causas del autismo y al tratamiento que se necesita, Peeters habló con EL TIEMPO sobre el tema cuando visitó Bogotá, para participar en un seminario sobre autismo organizado por la Fundación Rompiendo Barreras.
Usted no es médico y no es psiquiatra.
¿De dónde surge el interés por el autismo?
Estudié filosofía y literatura, después hice dos maestrías en neurolingüística y comunicaciones humanas y me gané una beca para estar más de un año en un programa de Estado, en Carolina del Norte (Estados Unidos), dedicado a personas con autismo. Me interesé en el autismo por una injusticia social hace unos 40 años, porque en ese momento se sospechaba que los padres causaban el autismo y cuando hablaba con ellos, sólo veía a personas desesperadas en la búsqueda de ayuda para sus hijos.
La segunda motivación fue un poco más literaria, si se quiere. Yo enseñaba literatura y veía que la soledad era un tema muy importante para muchos autores, y cuando leía sobre autismo pensaba que ellos eran seres muy solos en el mundo, pero también que había algo en nosotros, porque las personas con autismo viven en un mundo que no comprenden. Yo tenía muchas ganas de estudiar mejor eso.
Teniendo en cuenta que son varias las definiciones que existen, ¿para usted qué es el autismo?
Debo comenzar por aclarar un malentendido: mucha gente cree que el autismo es una enfermedad y eso no es cierto. Las personas con autismo tratan las informaciones de manera diferente, piensan diferente. En estos momentos se habla del espectro del autismo, en el que puede haber gente con una deficiencia mental severa y también personas, en el extremo opuesto, que tienen una inteligencia muy elevada. En ese espectro nos movemos. En todos esos casos se trata de autismo, lo que hay que ver es si viene ligado a una inteligencia muy superior o a una muy baja.
Y para explicarlo, me gusta hablar también del espectro de la normalidad. Es decir, dentro de las personas que no tienen autismo, las que llamamos normales, encontramos unas muy inteligentes y otras con una deficiencia mental. Para saber qué es el autismo hay que hablar, sobre todo, de la tríada, porque existen tres factores que encontramos en todas las personas con autismo: las dificultades para la comprensión social, los problemas relativos a la comunicación y el lenguaje y el hecho de que esas personas tienen una imaginación diferente. Además, sólo hasta hace poco, unos 10 años, se descubrió que hay personas que tienen una inteligencia muy elevada, pero diferente a la nuestra, que representa el tipo de autismo puro y que también es conocido como Síndrome de Asperger*.
Entonces, ¿en qué momento estamos de la comprensión del autismo?
Cuando una persona es zurda o ciega, eso no es una enfermedad. Eso representa una especificidad. Es verdad que algunas personas con autismo tienen dificultades graves para interactuar y comunicarse, pero no por eso se puede hablar de enfermedad. Ahora estamos en una fase de transición en la comprensión del autismo, así lo veo yo. Es un periodo en que las personas comprenden cada vez más que el autismo no es una enfermedad y que alguien puede, eso sí, llegar a enfermarse mucho cuando vive en una sociedad que no se adapta al autismo ni lo comprende. Lo que quiero decir es que hay personas con autismo que pueden sufrir de depresión o de otras enfermedades por la sociedad en la que viven. Esas son las consecuencias.
Uno de los mayores problemas, por lo menos aquí en Colombia, es que una persona con autismo se puede tardar muchos años en ser diagnosticada...
Eso depende del país. En Europa se han hecho progresos muy grandes en el diagnóstico del autismo. Los Países Bajos, los países escandinavos y el Reino Unido son un ejemplo de eso. En el sur de Europa eso se ve un poco menos, pero incluso en Italia y en España se han hecho grandes progresos. Aunque también debo decir que nosotros todavía tenemos problemas en el diagnóstico de los adultos con Síndrome de Asperger, porque dentro de ellos hay personas que son muy inteligentes y eso no es inmediatamente asociado con el autismo. Hay profesores de universidad, médicos, presidentes de multinacionales que un día descubren que tienen autismo, en combinación con una inteligencia muy elevada.
¿Cree que el autismo tiene su origen en un problema cerebral y genético o en el entorno?
En el entorno, nunca. En ningún caso se puede decir que la causa del autismo sea el ambiente en que vivimos. En estos momentos se acepta que, en todos los casos, el autismo tiene un origen biológico, orgánico, y que también hay una gran influencia genética y hereditaria. En las personas con autismo encontramos anomalías en múltiples partes del cerebro. Es triste que haya médicos y psiquiatras que piensen que el autismo tiene causas ambientales o psicológicas. Hace décadas se sospechaba que los papás tenían la culpa de que sus hijos tuvieran autismo, y esa es la página más oscura en la historia del autismo.
Si las personas con autismo no son conscientes de su condición, e incluso algunas tienen una inteligencia superior al promedio y habilidades especiales que nosotros no tenemos, ¿por qué tratar de arreglar un problema que ni saben que tienen?
El problema está en nosotros. Yo cada vez me intereso más por el lado ético del autismo y estoy convencido de que el problema, para una persona con autismo en la sociedad actual, es que nosotros, los que somos llamados normales, sufrimos de un enorme complejo de superioridad cultural, pensamos que tenemos un estándar de calidad de vida que todo el mundo debe seguir, porque de otra manera la gente no sería normal. Eso sí que es una enfermedad, o un pensamiento enfermo, en todo caso.
Casi nadie sabe cómo tratar a los autistas y cómo actuar con ellos...
Es cierto. Si uno comprende el autismo, si uno tiene formación en eso, se pueden hacer muchísimas cosas para ayudar a las personas con autismo. Por ejemplo, se puede desarrollar un sistema de comunicación no verbal para los que tienen un nivel muy bajo de inteligencia en ese espectro. Hay que adaptar el entorno para que las personas con autismo entiendan mejor lo que pasa y los Estados deben poder desarrollar proyectos educativos individualizados para ellas, pero eso no se hace casi en ninguna parte. La calidad de vida de una persona con autismo depende más del nivel de comprensión de la sociedad sobre su condición que de los esfuerzos que haga para ser como nosotros.
¿Y qué pueden hacer los padres de las personas con autismo?
Ellos son los más importantes: son la clave. Pero los padres son, muy frecuentemente, maltratados en los sistemas de salud de muchos países. Pienso que deberían tener la oportunidad de recibir formación gratuita para comprender mejor el autismo, porque, en el largo plazo, la felicidad de las personas con autismo dependerá más de la comprensión del autismo por parte de los padres que por parte de los profesionales. Por ejemplo, en la región de Flandes, en Bélgica, el Estado subvenciona la formación para los padres de personas con autismo, es gratis. Es muy importante que eso se logre en otros países, porque los padres son la clave de la solución.
¿Cree en el uso de terapias con música y aromas para ayudar a personas con autismo?
Todo lo que sea agradable para una persona con autismo funciona, pero a nada de eso hay que llamarlo terapia, porque esa palabra está más asociada con la recuperación, con la cura de un mal que, como ya le dije, yo creo que no existe. Sabemos que la mayoría de las personas con autismo ama escuchar música, porque esa es una de las pocas informaciones que tocan directamente al cerebro y que no son decodificadas, así que es una información muy fácil de digerir para personas autistas. Nosotros utilizamos mucha música, pero a eso no le decimos musicoterapia ni hablamos de hipoterapia cuando aprenden a montar a caballo.
* (Forma de autismo en la que la persona desarrolla su inteligencia y su lenguaje de acuerdo con su edad, pero tiene dificultad para interactuar socialmente y se torna demasiado concentrado en un solo tema, ignorando todo lo demás).
Según él, se interesó en el autismo, hace unos 40 años, por una "injusticia social". "En ese momento, se sospechaba que los padres eran los causantes del autismo y cuando hablaba con ellos, sólo veía a personas desesperadas en la búsqueda de ayuda para sus hijos -dice-. Después, me di cuenta de que las personas con autismo viven en un mundo que no comprenden y yo tenía ganas de entender mejor eso".
Los trastornos en el desarrollo asociados al autismo son uno de los grandes enigmas para la medicina, según la ONU. Aunque persisten grandes problemas para diagnosticarla, y en Colombia no hay cifras exactas, la Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que puede haber 21 autistas por cada 10.000 niños. En 1988, se hablaba de un niño con autismo por cada 10.000.
Crítico de varias de las teorías que giran en torno a las causas del autismo y al tratamiento que se necesita, Peeters habló con EL TIEMPO sobre el tema cuando visitó Bogotá, para participar en un seminario sobre autismo organizado por la Fundación Rompiendo Barreras.
Usted no es médico y no es psiquiatra.
¿De dónde surge el interés por el autismo?
Estudié filosofía y literatura, después hice dos maestrías en neurolingüística y comunicaciones humanas y me gané una beca para estar más de un año en un programa de Estado, en Carolina del Norte (Estados Unidos), dedicado a personas con autismo. Me interesé en el autismo por una injusticia social hace unos 40 años, porque en ese momento se sospechaba que los padres causaban el autismo y cuando hablaba con ellos, sólo veía a personas desesperadas en la búsqueda de ayuda para sus hijos.
La segunda motivación fue un poco más literaria, si se quiere. Yo enseñaba literatura y veía que la soledad era un tema muy importante para muchos autores, y cuando leía sobre autismo pensaba que ellos eran seres muy solos en el mundo, pero también que había algo en nosotros, porque las personas con autismo viven en un mundo que no comprenden. Yo tenía muchas ganas de estudiar mejor eso.
Teniendo en cuenta que son varias las definiciones que existen, ¿para usted qué es el autismo?
Debo comenzar por aclarar un malentendido: mucha gente cree que el autismo es una enfermedad y eso no es cierto. Las personas con autismo tratan las informaciones de manera diferente, piensan diferente. En estos momentos se habla del espectro del autismo, en el que puede haber gente con una deficiencia mental severa y también personas, en el extremo opuesto, que tienen una inteligencia muy elevada. En ese espectro nos movemos. En todos esos casos se trata de autismo, lo que hay que ver es si viene ligado a una inteligencia muy superior o a una muy baja.
Y para explicarlo, me gusta hablar también del espectro de la normalidad. Es decir, dentro de las personas que no tienen autismo, las que llamamos normales, encontramos unas muy inteligentes y otras con una deficiencia mental. Para saber qué es el autismo hay que hablar, sobre todo, de la tríada, porque existen tres factores que encontramos en todas las personas con autismo: las dificultades para la comprensión social, los problemas relativos a la comunicación y el lenguaje y el hecho de que esas personas tienen una imaginación diferente. Además, sólo hasta hace poco, unos 10 años, se descubrió que hay personas que tienen una inteligencia muy elevada, pero diferente a la nuestra, que representa el tipo de autismo puro y que también es conocido como Síndrome de Asperger*.
Entonces, ¿en qué momento estamos de la comprensión del autismo?
Cuando una persona es zurda o ciega, eso no es una enfermedad. Eso representa una especificidad. Es verdad que algunas personas con autismo tienen dificultades graves para interactuar y comunicarse, pero no por eso se puede hablar de enfermedad. Ahora estamos en una fase de transición en la comprensión del autismo, así lo veo yo. Es un periodo en que las personas comprenden cada vez más que el autismo no es una enfermedad y que alguien puede, eso sí, llegar a enfermarse mucho cuando vive en una sociedad que no se adapta al autismo ni lo comprende. Lo que quiero decir es que hay personas con autismo que pueden sufrir de depresión o de otras enfermedades por la sociedad en la que viven. Esas son las consecuencias.
Uno de los mayores problemas, por lo menos aquí en Colombia, es que una persona con autismo se puede tardar muchos años en ser diagnosticada...
Eso depende del país. En Europa se han hecho progresos muy grandes en el diagnóstico del autismo. Los Países Bajos, los países escandinavos y el Reino Unido son un ejemplo de eso. En el sur de Europa eso se ve un poco menos, pero incluso en Italia y en España se han hecho grandes progresos. Aunque también debo decir que nosotros todavía tenemos problemas en el diagnóstico de los adultos con Síndrome de Asperger, porque dentro de ellos hay personas que son muy inteligentes y eso no es inmediatamente asociado con el autismo. Hay profesores de universidad, médicos, presidentes de multinacionales que un día descubren que tienen autismo, en combinación con una inteligencia muy elevada.
¿Cree que el autismo tiene su origen en un problema cerebral y genético o en el entorno?
En el entorno, nunca. En ningún caso se puede decir que la causa del autismo sea el ambiente en que vivimos. En estos momentos se acepta que, en todos los casos, el autismo tiene un origen biológico, orgánico, y que también hay una gran influencia genética y hereditaria. En las personas con autismo encontramos anomalías en múltiples partes del cerebro. Es triste que haya médicos y psiquiatras que piensen que el autismo tiene causas ambientales o psicológicas. Hace décadas se sospechaba que los papás tenían la culpa de que sus hijos tuvieran autismo, y esa es la página más oscura en la historia del autismo.
Si las personas con autismo no son conscientes de su condición, e incluso algunas tienen una inteligencia superior al promedio y habilidades especiales que nosotros no tenemos, ¿por qué tratar de arreglar un problema que ni saben que tienen?
El problema está en nosotros. Yo cada vez me intereso más por el lado ético del autismo y estoy convencido de que el problema, para una persona con autismo en la sociedad actual, es que nosotros, los que somos llamados normales, sufrimos de un enorme complejo de superioridad cultural, pensamos que tenemos un estándar de calidad de vida que todo el mundo debe seguir, porque de otra manera la gente no sería normal. Eso sí que es una enfermedad, o un pensamiento enfermo, en todo caso.
Casi nadie sabe cómo tratar a los autistas y cómo actuar con ellos...
Es cierto. Si uno comprende el autismo, si uno tiene formación en eso, se pueden hacer muchísimas cosas para ayudar a las personas con autismo. Por ejemplo, se puede desarrollar un sistema de comunicación no verbal para los que tienen un nivel muy bajo de inteligencia en ese espectro. Hay que adaptar el entorno para que las personas con autismo entiendan mejor lo que pasa y los Estados deben poder desarrollar proyectos educativos individualizados para ellas, pero eso no se hace casi en ninguna parte. La calidad de vida de una persona con autismo depende más del nivel de comprensión de la sociedad sobre su condición que de los esfuerzos que haga para ser como nosotros.
¿Y qué pueden hacer los padres de las personas con autismo?
Ellos son los más importantes: son la clave. Pero los padres son, muy frecuentemente, maltratados en los sistemas de salud de muchos países. Pienso que deberían tener la oportunidad de recibir formación gratuita para comprender mejor el autismo, porque, en el largo plazo, la felicidad de las personas con autismo dependerá más de la comprensión del autismo por parte de los padres que por parte de los profesionales. Por ejemplo, en la región de Flandes, en Bélgica, el Estado subvenciona la formación para los padres de personas con autismo, es gratis. Es muy importante que eso se logre en otros países, porque los padres son la clave de la solución.
¿Cree en el uso de terapias con música y aromas para ayudar a personas con autismo?
Todo lo que sea agradable para una persona con autismo funciona, pero a nada de eso hay que llamarlo terapia, porque esa palabra está más asociada con la recuperación, con la cura de un mal que, como ya le dije, yo creo que no existe. Sabemos que la mayoría de las personas con autismo ama escuchar música, porque esa es una de las pocas informaciones que tocan directamente al cerebro y que no son decodificadas, así que es una información muy fácil de digerir para personas autistas. Nosotros utilizamos mucha música, pero a eso no le decimos musicoterapia ni hablamos de hipoterapia cuando aprenden a montar a caballo.
* (Forma de autismo en la que la persona desarrolla su inteligencia y su lenguaje de acuerdo con su edad, pero tiene dificultad para interactuar socialmente y se torna demasiado concentrado en un solo tema, ignorando todo lo demás).
Concepción de padres mayores aumenta riesgo de autismo en hijos.
onvertirse en madre después de los 34 años incrementa 12 por ciento las posibilidades de tener un niño autista, aseguró el doctor Carlos Marcin Salazar, fundador de la Clínica Mexicana de Autismo y Alteraciones del Desarrollo (Clima) A.C.
Las posibilidades de tener un niño autista además se incrementan si el padre del bebé rebasa 40 años de edad, añadió. “Investigaciones a nivel mundial han detectado que la genética es de suma importancia en la presencia de esta enfermedad”.
Durante su participación en la conferencia “Autismo” impartida en la Universidad Iberoamericana, en el marco de la Semana de Psicología, hizo un llamado para difundir los factores que incrementan el riesgo de tener niños autistas; “de nada sirve la investigación científica si la población no la conoce”, dijo.
Padecer hipertensión durante el embarazo, conocida comúnmente como preclampsia, así como la fecundación in vitro, también están relacionadas de forma directa con la posibilidad de que un bebé padezca este trastorno, señaló.
El ex académico de la Ibero dijo que es de suma importancia acudir con un especialista al detectar en los pequeños síntomas. Un diagnóstico oportuno permitirá hacer intervenciones tempranas y da la posibilidad de que 49 por ciento de los niños, después de dos años de tratamiento, puedan tener un autismo funcional, condición que los acompaña a lo largo de su vida, afirmó.
En México hay más de 45 mil niños con autismo y de cada mil de tres a seis niños corren el riesgo de tener autismo.
Las posibilidades de tener un niño autista además se incrementan si el padre del bebé rebasa 40 años de edad, añadió. “Investigaciones a nivel mundial han detectado que la genética es de suma importancia en la presencia de esta enfermedad”.
Durante su participación en la conferencia “Autismo” impartida en la Universidad Iberoamericana, en el marco de la Semana de Psicología, hizo un llamado para difundir los factores que incrementan el riesgo de tener niños autistas; “de nada sirve la investigación científica si la población no la conoce”, dijo.
Padecer hipertensión durante el embarazo, conocida comúnmente como preclampsia, así como la fecundación in vitro, también están relacionadas de forma directa con la posibilidad de que un bebé padezca este trastorno, señaló.
El ex académico de la Ibero dijo que es de suma importancia acudir con un especialista al detectar en los pequeños síntomas. Un diagnóstico oportuno permitirá hacer intervenciones tempranas y da la posibilidad de que 49 por ciento de los niños, después de dos años de tratamiento, puedan tener un autismo funcional, condición que los acompaña a lo largo de su vida, afirmó.
En México hay más de 45 mil niños con autismo y de cada mil de tres a seis niños corren el riesgo de tener autismo.
Niños con autismo pueden afectar economía de la madre
Ciudad de México (MÉXICO). La atención de un niño con autismo tiene como consecuencia que la madre pierda ingresos económicos o se subemplee, según un estudio de la Universidad de Pensilvania.
'Las madres toman empleos más flexibles y de menos paga para poder pasar más tiempo cuidando a sus hijos autistas', señaló David S. Mandell, profesor asociado de investigación en servicios de salud mental en psiquiatría, según un reporte de la agencia HealthDay News.
Este fenómeno ocurre más en familias que incluyen niños con trastornos del espectro autista que en las que tienen hijos con otros problemas de salud.
'No se debe a que el autismo impida más al niño que algunas de esas otras limitaciones de salud, sino que el sistema que atiende a los niños autistas está tan fragmentado (en Estados Unidos) que obliga a las madres a actuar como administradoras de casos para sus hijos de una forma que no ocurre con otros trastornos', aclaró en investigador.
De hecho, las madres de estos niños pasan un tiempo considerable fungiendo como defensoras tanto ante el sistema de atención de salud como ante las escuelas, para obtener la atención que sus hijos necesitan.
Los investigadores encontraron que las madres de niños con trastornos del espectro autista eran cinco por ciento menos propensas a tener un trabajo que las de niños con otros problemas crónicos de salud, y 12 por ciento menos propensas a tener trabajo que las madres de niños sanos.
Los padres de niños con trastornos del espectro autista no sufrían una diferencia significativa en el empleo o los ingresos frente a otros padres, reveló la investigación.
'Muchas investigaciones anteriores indican que el estrés de las familias que tienen hijos autistas es extraordinario, e incluso mayor que con otras afecciones crónicas', agregó Jeffrey P. Brosco, profesor de pediatría clínica de la Facultad de medicina Miller de la Universidad de Miami.
'Las madres toman empleos más flexibles y de menos paga para poder pasar más tiempo cuidando a sus hijos autistas', señaló David S. Mandell, profesor asociado de investigación en servicios de salud mental en psiquiatría, según un reporte de la agencia HealthDay News.
Este fenómeno ocurre más en familias que incluyen niños con trastornos del espectro autista que en las que tienen hijos con otros problemas de salud.
'No se debe a que el autismo impida más al niño que algunas de esas otras limitaciones de salud, sino que el sistema que atiende a los niños autistas está tan fragmentado (en Estados Unidos) que obliga a las madres a actuar como administradoras de casos para sus hijos de una forma que no ocurre con otros trastornos', aclaró en investigador.
De hecho, las madres de estos niños pasan un tiempo considerable fungiendo como defensoras tanto ante el sistema de atención de salud como ante las escuelas, para obtener la atención que sus hijos necesitan.
Los investigadores encontraron que las madres de niños con trastornos del espectro autista eran cinco por ciento menos propensas a tener un trabajo que las de niños con otros problemas crónicos de salud, y 12 por ciento menos propensas a tener trabajo que las madres de niños sanos.
Los padres de niños con trastornos del espectro autista no sufrían una diferencia significativa en el empleo o los ingresos frente a otros padres, reveló la investigación.
'Muchas investigaciones anteriores indican que el estrés de las familias que tienen hijos autistas es extraordinario, e incluso mayor que con otras afecciones crónicas', agregó Jeffrey P. Brosco, profesor de pediatría clínica de la Facultad de medicina Miller de la Universidad de Miami.
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