lunes, 1 de noviembre de 2010

Los perros ayudan a niños autistas.

Los perros prestan una inestimable ayuda a los niños autistas al favorecer su integración social. Así lo constata una investigación de la Universidad de Vancouver, en Canadá.
Los perros de asistencia para niños con autismo son una alternativa para las familias, ya que dan seguridad al niño, facilitan su interacción y les proporcionan compañía, y además se transforman en colaboradores imprescindibles para los padres, que ven cambios conductuales evidentes en sus hijos.
Esto lo afirman desde la Fundación Bocalán, una de las instituciones de mayor difusión internacional dedicada a adiestrar y entregar perros de asistencia a personas discapacitadas, para que tengan una mayor independencia y calidad de vida.
La Fundación Bocalán, junto con la División de Saluda Animal de Bayer HealthCare, han entregado a Quisquilla y Muffin, dos perros de asistencia a Alejandro y Gael, niños con autismo, para que les ayuden a llevar una vida mejor, acompañarlos y favorecer y facilitar su integración.
A partir de ahora, Quisquilla y Muffin incidirán en aspectos como el vínculo, la seguridad, la confianza, el manejo del tiempo, la integración sensorial, la mejora de los patrones de sueño, la reducción de estereotipias (repetición constante y automática de movimientos o palabras) y de la ansiedad, el autocontrol, la comunicación y la integración social.
Quisquilla y Muffin  son hembras de la raza labrador retriever y de unos dos años de edad. Han sido adiestrados y entrenados para desarrollar habilidades específicas con las que ayudar a sus futuros dueños: Alejandro, un niño de 8 años de Granada (España) y Gael, un niño de 3 años de Barcelona (España).
Este proyecto nació en Canadá, hace 10 años, a través de “National Service Dogs”, organización que desarrolla un programa de perros de asistencia para ayudar a que los niños con autismo puedan integrarse mejor en sociedad, controlar mejor sus impulsos, reducir comportamientos como los de fuga y mejorar la calidad de vida de sus familias.
Sus notables resultados llevaron a la Universidad de Vancouver a realizar una investigación, que ha permitido descubrir que estos perros inciden también en otras áreas como la integración sensorial, la mejora de la comunicación y reacción ante el mundo que les rodea y los procesos de aprendizaje.
MASCOTAS QUE HACEN DE TERAPEUTAS
Según Bocalán, el tipo de comunicación y actitudes del perro resultan más fácilmente reconocibles por un niño con autismo, posiblemente por utilizar la vía de comunicación sobre todo visual, y emitir señales de una forma simple y a la altura del niño.
Por otra parte, aseguran sus expertos, los niños necesitan objetos “transicionales” como muñecos o trozos de tela, que les den seguridad en las primeras etapas de su vida. Los niños con autismo tienden a usarlos durante un largo tiempo y el perro puede convertirse en un objeto transicional vivo que le permita estar más seguro en situaciones de ansiedad y desorganización.
Además, el proceso de integración sensorial que proporcionan terapeutas especializados a través del perro permite que el niño progresivamente se vaya organizando y aparezcan respuestas de adaptación al entorno, según la fundación catalana.
A través de diferentes técnicas desarrolladas por especialistas, los perros durante el paseo proporcionan un ritmo al niño que le calma y le permite interactuar mejor con el entorno, aseguran desde Bocalán, que explica que un estímulo tan llamativo como es un animal manejado por manos expertas puede empujar las posibilidades de incrementar aspectos como la atención, la concentración, el contacto visual y la transición entre actividades.
Por otra parte, las experiencias con perros de asistencia para niños con autismo reflejan una importante mejora en los patrones de sueño, tanto por la estimulación sensorial y el tacto profundo que ofrecen a sus usuarios por la noche como por la empatía que existe entre los dos tras un periodo de adaptación.
Los perros de ayuda social se entrenan durante ocho o diez meses y son sometidos a un periodo de acoplamiento, según la problemática de su futuro dueño, completando su formación en aproximadamente un año. Las razas más habituales son el “labrador retriever” y el “golden retriever” por su carácter afable, dócil y apacible.

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